Voy a hablaros de algo que observo. Algo que me llama la atención de una manera íntima, en primera persona. Nunca antes había sentido tanta necesidad de expresar lo que siento, porque estoy viendo que esto no funciona.
Ya ni tan siquiera voy a plantearlo como crítica porque mi mente y mi corazón están tan serenos que hasta me inunda la paz escribiendo esto. Cada día que pasa espero menos del estado, de los gobiernos y también de algunas instituciones “culturales” esnobistas que enarbolan la bandera de la vanguardia como si tuvieran la verdad en sus aulas.
El flamenco a nivel educativo no funciona. No marcha. Es una visión compartida con otros profesionales del sector, no solamente es una ilusión mía. Algún día es posible que el flamenco se resienta por esta situación. Lo escribo hoy a 2 de marzo de 2011. Es importante dejar huellas para que al mirar atrás podamos ver si hemos avanzado o no.
Observé un auge de alegría y he de confesar que también lo sentí cuando se declaró al flamenco patrimonio de la humanidad. Pero cuando analizo desapasionadamente la realidad y veo que el asunto educativo queda en un segundo o tercer plano, por no irme más lejos, empiezo a dudar de que seamos capaces de organizar algo compacto y sólido en el campo pedagógico con respecto al flamenco.
No dudo de que hay gente de muy buena fe y que cree en el progreso del flamenco. De hecho, se organizan actos bienintencionados para tratar de fomentar nuestra cultura. Pero también es verdad que se gastan demasiados cartuchos sin objetivos concretos y claros para formar a una juventud en una cultura que si destaca es sobre todo por ser distinta a las demás y además por ser nuestra.
He tenido una formación flamenca desde los 6 años. A partir de los 10 comencé a estudiar música en el conservatorio. Tengo una perspectiva de la enseñanza musical en primera persona. Y puedo constatar por experiencia propia, que una música se ha de enseñar gradualmente y por épocas. En mi formación musical, he tenido en todo momento un sentido histórico de lo que estudiaba. No aprendía retales sueltos de aquí y de allí. Primero solfeo, después armonía, después contrapunto, etc.
Y dentro de esas disciplinas, estudiaba como se hacían las cosas en 1600, 1700, 1800, 1900 hasta llegar al siglo XX. Es decir, mi mente como alumno de música ha estado estructurada. Esto es algo que mucha gente no entiende. Para muchos la música es algo que se puede estudiar picoteando de aquí y de allí como si se tratara de un tapeo. Pero se pondrían furiosos si a sus hijos el profesor de matemáticas tratara de enseñarles ecuaciones de segundo grado sin saber sumar.
La música flamenca también ha de ser enseñada con una estructura y mucho más dada su complejidad estructural. La música flamenca tiene estructuras flexibles, no es como un minué. Un cantaor hoy canta una letra de una manera, digamos que la interpreta en 8 compases, pero mañana o dos horas más tarde, esa misma letra le puede durar 9, 12 o 6 compases. Porque el flamenco se crea sobre la marcha. La estructura es flexible y cuando trabajas en esas estructuras, la única manera de conocerlas es teniendo mucho lenguaje.
Y un lenguaje no se aprende improvisadamente si se quiere tener una buena dicción y una buena gramática. Un lenguaje se aprende estructurándolo para poder transmitirlo en el menor tiempo posible y del modo más eficaz.
Y hasta aquí mi pensamiento. Como he dicho, lo digo con la mente serena y el corazón tranquilo. Ya he esperado mucho tiempo, quizás ya no se trate de esperar que el mundo cambie por inercia, quizás ha llegado la hora de “actuar”. A ver si puedo contribuir con mi esfuerzo aunque sea con un granito de arena. Voy a pensar seriamente en ello…