Para algunos el flamenco a entrado sin ellos saberlo en una etapa: la del reduccionismo.
El reduccionismo supone tomar algunas partes por el todo y el todo por algunas partes. Lamentablemente esto es así en muchos casos y también para demasiadas personas.
Se dan distintas clases de reduccionismo en el flamenco: algunos lo reducen a lo instintivo, otros a lo meramente formal y otros lo reducen tanto, que lo amplían hasta difuminarlo, aunque parezca paradójico.
En la práctica hay muchos que se dicen flamencos pero no salen de cuatro o cinco palos: bulerías, tangos, alegrías, etc. Recordar de vez en cuando que existen antologías de cante flamenco que están repletas de multitud de estilos y que esos estilos están repletos de matices, es algo necesario para acabar con la simplicidad a la cual estamos llegando con el flamenco, en sus formas musicales.
En cuanto a la reducción de lo flamenco a lo instintivo solamente, he de decir que nadie nace en sí musicalmente instintivo. Nadie ve a un bebe y dice de él que “es muy instintivo” en el sentido artístico. El flamenco, al igual que cualquier arte, se convierte en instintivo después de un bagaje cultural propiciado por el ambiente y el interés que tenga cada persona en captar ese sentimiento artístico que flota en ese ambiente. El flamenco llega a hacerse instintivo, pero es algo más que lo instintivo por sí sólo.
Y luego está el reduccionismo a formulas. Es decir, tomar la cadencia flamenca, utilizar sus escalas correspondientes y tocar sobre un ritmo de 12 tiempos. Esto es lo que quiero decir cuando reducimos el flamenco a pura formula. Aparentemente se está queriendo hacer flamenco pero en realidad, precisamente por querer hacer de una formula un pasaporte musical para viajar a cualquier parte, la esencia flamenca se difumina, porque en la formula no está la esencia , sólo la representación esquemática de una música. Un mapa del mundo musical flamenco, que no es el flamenco, el territorio flamenco.
No hablo aquí de tendencias musicales ni nada por el estilo. Simplemente hablo del peligro que supone no ser conscientes de la amplitud de una música tan seria como el flamenco. Pero quizás sin proponérmelo, estoy hablando tal vez, de un síndrome social que se da hoy en día en muchos campos: la de infravalorar por desconocimiento y a veces por pereza intelectual, la inmensidad de matices que nos rodean tanto sociales, como culturales y humanos.
Reducir el flamenco a meras formulas, estilos o “instintividad” es desde mi punto de vista, rebajar de estatus a nuestra música y no darle la amplitud y verdadero valor que merece. Pensemos en ello y actuemos en consecuencia. No veamos las partes como el todo y viceversa. Todos saldremos favorecidos ya que veremos al flamenco como un campo de posibilidades para crecer y desarrollarnos culturalmente desde el conocimiento cabal y completo de su esencia, y no como un objeto externo que podemos manipular con una visión sesgada de su profunda realidad intrínseca.