Foto: En una calle de Venecia
Hubo un tiempo en el cual a alguien se le
ocurrió cantar, quizás sólo un poco; una tentativa tal vez de expresar lo que
sentía. Algo muy importante como para dejarlo al albur del paso del tiempo y de
la suerte.
Han pasado muchos siglos desde que el
primer ser humano emitió sonidos no ya con la intención de crear arte en sí,
sino para tratar de expresar lo inexpresable a través del sonido, de su sonido,
de su voz, de sí mismo.
Hoy he recorrido Venecia y he traído a mi
mente estos recuerdos asociados a dos personas que estaban expresándose en las
calles y al mismo tiempo, pero de modo secundario ganando algún dinero para
poder pasar ya no el día, sino pasar por la vida dignamente.
Dos personas que tocaban el violín y la
guitarra en una plaza de Venecia. No eran músicos como se les suelen llamar
malamente “callejeros”. No me gusta esa expresión para un ser humano porque creo
que tiene cierta connotación despectiva. Eran músicos que habían preferido
elegir la calle para expresar su arte y punto.
Les compré su disco y me hice unas fotos
con ellos y unas risas, que siempre sientan bien.
Aquí os dejo un bonito recuerdo de ellos
y les deseo lo mejor de lo mejor, para que con su bonita música sigan alegrando
las maravillosas calles de cuentos de hadas de la bellísima Venecia.