Ya son muchas las veces que he pensado en dejar de hablar del tema tabú para la mayoría de los flamencos: el desconocimiento del lenguaje armónico estructurado. Son muchas veces como digo pero lo que está pasando a estas alturas del siglo XXI con los jóvenes flamencos me parece preocupante como para no mostrar mi punto de vista al respecto.
A veces me digo: “tío déjalo ya, a ti que más te da; tampoco es tu problema porque realmente el problema lo tienen ellos, por no ponerse a estudiar armonía en serio”. Y lo sé, no es mi problema claro, pero sí es mi deber moral señalar tanto lo bueno que tenemos, como lo no tan bueno.
Los flamencos somos unos músicos realmente tremendos en nuestro aspecto rítmico y en nuestro sentido musical, uno de los más difíciles del mundo que a cautivado a muchos músicos de otros ámbitos musicales. Es esa nuestra fuerza y al mismo tiempo podría ser nuestra debilidad.
El creernos que con nuestro sentido rítmico y nuestra intuición nos va a bastar para estar en el mundo no es realista. No se si habéis observado que todo cansa. ¿No os ha pasado que discos que escuchabais hace diez años hoy ya no os cuentan lo mismo? ¿No os parece que nuestro gusto necesita alimentos nuevos para estar siempre activo?.
A mi personalmente me pasa. No se exactamente porqué, pero me pasa. Ya no flipo tanto como antes con las cosas con las que flipaba y tampoco se me va la pinza con las nuevas tendencias y vanguardias, que a mi no me parecen tales. Pero en fin, es solamente mi criterio.
A lo que voy es que si no hay una inquietud genuina, verdadera por aprender lo que aún nos queda por aprender en tanto conocimiento ya estudiado por otros maestros de la música, nos quedaremos estancados y entraremos en un punto muerto, en el cual el flamenco quede patinando en el barro observando a lo lejos las autopistas del conocimiento científico de la armonía tonal, mientras nosotros seguiremos con nuestros cuatro acordes, pero cada día más cansados de darlos.
A algunas personas podría sonarle esto que digo a decadencia y realmente tendrían razón. El no ocuparnos en aprender la mecánica de la armonía imprimiéndole nuestro carácter flamenco nos va a llevar a correr como un hámster que utilizando mucha energía siempre permanece en el mismo sitio.
Si los flamencos armónicamente no nos ocupamos de transitar conscientemente con mapas por otras calles armónicas, lo único que conseguiremos es o bien aportar armonías aleatoriamente o bien recorrer la misma avenida hacia arriba y hacia abajo, mirando las mismas casas, los mismos semáforos, las mismas esquinas y más de lo mismo conocido; y todo eso por no atrevernos a coger nuevas avenidas por las que podríamos seguir divirtiéndonos, haciendo llegar nuestro sentimiento musical a otros barrios y a otras armonías que nos están esperando para seducirlas con nuestro arte.
Si esto no lo estudiamos creo que es más por pereza que por falta de medios y creo que el flamenco como “empresa” se merece ejecutivos eficaces que sepan llevarlo a una nueva dimensión, donde va a primar el intercambio de ideas y la comunicación con otros músicos de las más variadas esferas musicales. Y lo más importante, por nosotros mismos y por el flamenco en sí. Ojalá mis palabras no caigan en saco roto. Ánimo y estudiemos, no es tan difícil y además es divertido. Os lo aseguro.