A raíz de un comentario de un seguidor del Cañiblog voy a aclarar lo que entiendo por libertad musical, para mostrar que mi concepto de libertad es un concepto meditado y no una palabra que digo así, casi por automatismo.
Libertad, creatividad, opciones, ser yo mismo, hacer lo que me venga en gana! Y frente a todo eso automáticamente pensamos: limitaciones, opresión, represión! Ante este dilema ¿Quién no escoge las palabras del primer término, la palabra Libertad, Creatividad, Opciones…?
Dilemas, caminos opuestos en apariencia. ¿Qué hacer? ¿He de elegir entre mi libertad compositora o reprimir mi inspiración?
Puestas así las cosas, el camino es claro: Libertad!
Pero observemos más de cerca el fenómeno, quizás no haya tal dilema. Lo explicaré con un ejemplo personal, porque es ahí donde más puedo aportar, desde mi propia experiencia y en primera persona.
Imaginemos que quiero componer una Granaína. Un toque flamenco que aparentemente es un toque de los llamados “libres” en cuanto a métrica. Si yo simplemente escucho en una Granaína unos cuantos acordes, unos matices, y un ligado ascendente del traste 2 al 7, y poco más, estaré viendo ese estilo como algo en efecto, libre.
Al ver ese estilo de ese modo, en realidad estoy contemplando ese estilo más o menos como un objeto, algo que puedo utilizar para mis fines musicales, al igual que utilizo una silla o muevo a un vaso para beber.
Pero ese estilo, la Granaína, no es un simple objeto musical para utilizarlo a mi antojo, como una silla o un lápiz. Ese estilo musical, tiene una historia. Ese estilo no es un simple solo de guitarra, es mucho más. Es un estilo que tiene una melodía cantada y tiene muchas características y valores musicales estéticos, que solamente un oído educado, versado en esa forma musical, puede detectar.
Es más, ese estilo ha servido de vehículo de expresión a todo un pueblo: el pueblo andaluz. Un pueblo que gracias a cantaores y cantaoras, ha evolucionado a través de una tradición. En esa tradición se inserta la Granaína de una forma personalísima y como una parte musical que enriquece el cosmos del lenguaje flamenco, el todo flamenco.
A razón de lo dicho anteriormente, la Granaína, al entenderla como un cúmulo de orden histórico y estético, y no como una aparente sucesión de sonidos, me está dando unas posibilidades. Mejor dicho, en cuanto conozco profundamente el estilo de una Granaína, ella por sí sola empieza a aportarme posibilidades creativas para componer mi propia música, para liberarme.
Una vez que yo he acompañado a muchos cantaores por Granaínas, he aprendido multitud de falsetas y he vivido su esencia y carácter, es entonces y solamente entonces, cuando la Granaína adquiere para mi no solamente un significado, sino algo más importante, adquiere un sentido! Esa es la clave: Sentido!
Y ese sentido es el que me permite darle alas a mi libertad. Y esa forma musical, la propia Granaína, es la que va a marcar el cauce, la pauta de mis ideas musicales y por lo tanto, más que reprimirme en mi libertad, me libera, porque mis ideas musicales tendrán un Sentido Musical por Granaínas. Y será mi propia ética y estética musical, la que dictará si eso que estoy componiendo tiene significado y sentido, desde el punto de vista de esa forma musical!
Entendida así la libertad en la composición, en realidad soy más libre que el que hace lo que se le antoja sin sentido cabal del porqué de esa tradición. Porque esa tradición me da otra libertad, otro sentido de la libertad, que el desconocimiento jamás me daría por sí solo.
Entonces ya no hay dilema, libertad o represión, ya no he de componer en un vacío formal. Porque la Granaína por sí misma, me encauza, me encamina, me alumbra y me inspira. Entonces es cuando en mi conciencia, en mi espíritu y en mi alma, aparece la maravillosa sensación de sentirme libre al componer, porque es la propia composición la que le da significado y sentido al verdadero acto creador.