En la entrada anterior, he planteado una cuestión que para muchos puede suponer un reto: estudiar música o no.
Como mi responsabilidad y compromiso social es hasta cierto punto relevante para la gente más joven, me encuentro en el deber de crear un ámbito en el cual defiendo, por encima de todo el conocimiento. No por gratuidad, sino porque creo aún en el progreso genuino del flamenco, desde la tradición y el conocimiento.
También trabajo en pos de borrar la imagen que lamentablemente muchas personas tienen de nosotros los flamencos: la de gente inculta. Opinión reforzada en algunos sectores por ser algunos flamencos los que han fomentado el prestigio de la incultura: si no sabes leer eres más flamenco, si no sabes música aún más y si has “pasao” hambre ya no digamos.
Estos tópicos han dañado mucho nuestra imagen como músicos, ya que a ese prestigio de la incultura también se le han asociado la fiesta, el cachondeo y hasta una “forma de vida” particular. A este respecto, recuerdo una anécdota de la autobiografía de Miles Davis.
Estudiaba Miles Davis en la Julliard en New York, y una profesora daba una clase sobre el Blues. Esta dijo algo así como que el Blues era una música poco más que de esclavos y que para sentirlo, había que haber pasado fatigas. Entonces se levantó Miles indignado, contestándole con vehemencia que de eso nada, que el venía de una familia adinerada, y que él sentía el Blues tanto o más que cualquier esclavo que recogiera algodón en el campo, sin tener que pasar por esas penurias.
Esta anécdota demuestra que una personalidad que podría haber seguido el tópico que rodeaba socialmente al Blues, se reveló porque en realidad, nada tenía que ver el sufrimiento en un campo de algodón con la sensibilidad artística del ser humano. Era un salto demasiado grande para una mente segura.
Cuento estas cosas para que reflexionemos y pensemos por nosotros mismos, con el fin de no dejarnos llevar por opiniones externas sin cuestionar el nivel de precisión que presentan. Nada se aprende sin cuestionar, porque la misma duda crea la distancia mental necesaria para analizar si lo que nos cuenta es así o no.
En las entradas del Cañiblog, hablo de cosas variadas, pero siempre cosas que puedo corroborar a través de mi experiencia. Por eso, cuando propongo estudiar música, no es por un afán gratuito de hacerle perder el tiempo a nadie, sino porque veo una carencia en nuestra formación en este siglo.
Y además porque desde mi posición social en la cual mi opinión puede afectar a mucha gente joven, me encuentro en la responsabilidad de contribuir con mis opiniones y sugerencias a crear una opinión pública respecto al flamenco, más acorde y consecuente que si simplemente me guardo lo que pienso sin “mojarme”.
En una sociedad en la cual prima el modelo “todo vale” para muchos, creo que es fundamental pensar con rigor y seriedad. Porque ese pasotismo generalizado nos puede llevar a una pérdida de humanidad y a unas turbulencias sociales en las cuales, por falta de valores positivos, se puede tener el peligro de perder el norte y lo que es más importante, el respeto por el ser humano y su formación y educación.
Si “todo vale”, cualquier cosa es válida y por tanto incuestionable. Me parece que esto es ir demasiado lejos, especialmente cuando está en juego el compromiso social que todos tenemos y el ser humano en su totalidad, es decir, nosotros.