Hoy he conocido al Maestro Sir Simon Rattle. Siempre he pensado que los buenos artistas, salvo excepciones, eran grandes como personas. Personalmente, no recuerdo ningún caso en mi vida que haya demostrado lo contrario, ninguna excepción. Generalmente los inseguros, los acomplejados en su profesión, son las personas que suelen mostrar una coraza de vanidad y orgullo sin cuento, debido a que en el fondo no son felices con lo que hacen; con el modo en el cual viven su día a día.
Sir Simon Rattle no podía ser la excepción y ya el primer contacto, la primera mirada que nos cruzamos, dejaba ver una transparencia, una química de esas que tu sabes que con esa persona sí. Con esa persona hay una energía que es compatible, que a partir de ella se puede construir positivamente. Que hay un lado humano que pesa mucho en la relación.
Me recibió con un afectuoso abrazo en su camerino. Felicitándome por mi trabajo que él ya había escuchado. Podría haber obviado esa parte si hubiera querido hacerlo. Pero con ello me mostró su interés en mi obra y a través de sus sinceras palabras de gratitud me mostró que no necesita ponerse ninguna máscara para decir lo que siente y piensa. Este detalle de entrada dice mucho sobre su lado humano, que es el que yo más valoro en todo artista y persona.
Luego me invito a sentarme y charlamos ampliamente del proyecto y de lo bien que nos sentíamos ambos en esta aventura. Porque esto es una aventura, una travesía en la cual él, la Filarmónica y yo, zarpamos en busca de una expresión artística. Una expresión artística que es la que da sentido a nuestra profesión.
Gracias Sir Simon Rattle por tu hospitalidad y tu nobleza. A mi también me gusta expresar las cosas como las siento, y contigo, ahí en tu camerino, me he sentido como en mi hogar, como en mi casa. Sé que lo vamos a pasar muy bien en esta aventura y que vamos a gozar momentos llenos de una plenitud humana y artística que nos va a colmar el alma de felicidad. ¡Nuestras “cuerdas del alma” van a vibrar al unísono! ¡Nunca mejor dicho!